Por qué no sé, pero fue así, así fue...
Una larga disertación sobre varios asuntos de la poesía nacional, en lo general y la chiapaneca, en lo particular consumió gran parte de la tarde y anunció la noche que comenzó con la presentación de tres libracos, para justificar mi autoinvitación al encuentro leí un texto sobre uno de los libros y comenzó el paseo por la oscuridad tuxtleca. Primero una escala gastronómica danzística versal en el afamado restoran Las Pichanchas, célebre por su festejada bebida mezcla de piña, vodka y sépasu. Después un deambular por traspatios de hoteles, depósitos cerveceros y, finalmente, una casa en cuyo tercer piso bebimos cerveza al rededor de Balam Rodrigo que aprovechó una hamaca colgada para erigirse en el Pachá de las letras jóvenes.
La conversación, casi desde mi llegada, se hacía en pos de la charla poco amistosa. Resulta, cuentan, que ante el enojo de Tanya de Fonz y Marco Fonz de Tanya por el hotel en el que les había tocado pernoctar (que por cierto rechazaron), el haber tenido que pagar su transportación a Chiapas (como todos los que fuimos), entre otras cosas realmente nimias, comenzaron a reclamar que si Balam Rodrigo gana premios, que si Luis Paniagua también, que si Fernando Trejo era un misógino por no invitar a mujeres al encuentro (¿no repararon en que el encuentro tenía por nombre "Carruaje de pájaros", lo que es no saber descifrar). Aquí no se consigna más lo que llegó a los oídos del Marqués de Monfi, que de inmediato se enojó ante las formas que tomaron los reclamos de la pareja, el pudor impide citar algunas frases, pero sí se dirá que la marginalidad no es un valor estético y que, en todo caso, los verdaderos marginales no están en la mesa con otros poetas y, que si se conocerá su obra, no será en este tiempo, porque no les interesa y menos les interesa ser marginales y gritarlo en todos lados para que les hagan caso.
Después de pocas cervezas nos dispersamos a nuestros hoteles, en el camino Herbert nos dió cátedra sobre las maniobras que han surgido para que la vida nocturna de La Laguna siga a pesar de ley seca, bandos municipales y ese tipo de cosas que incentivan el consumo de sexo, drogas y rock and roll.
La mañana desayunó pozol y nucú, a mediodía comimos entre marimbas y partimos hacia San Cristóbal de las Casas en un camino de neblina y cábula. Raúl Vázquez conducía su chevy y nos hablaba de las transas en la construcción de la carretera. Balam y Luis se burlaban del vaporrú de Mario Bautista y el amigo personal de Kemonito intentaba sintonizar alguna estación de radio que no sonara a música para fuentes danzantes. Llegamos a la bruma de San Cristóbal, orinamos en el Palacio Municipal y nos dirigimos a la Albarrada.
Ahí las lecturas, interesante siempre escuchar a la banda, conocer más banda y saber de nuevos horizontes. La nota de la tarde, bajo la lluvia, el olor de ocote y la inmensidad de las nubes la pusieron, de nuevo, Marco y Tanya. Un comentario grosero sobre la madre de un poeta despertó expectativas que no fueron cumplidas por los textos de quien aventó el buscapiés, tampoco conmovió el protoperformance tipo radionovela de las cuatro de la mañana en la nueva amor, y tampoco se sostuvo la invitación a continuar el debate sobre los poetas, los premios y la marginalidad. Una llamada oportuna dejó a la mesa sin la posibilidad de discutir.
Cuando el Pávido Návido leyó, hizo el reclamo pertinente, no había sido invitado al encuentro, se había colado a leer en un par de mesas y no gritaba a los cuatro vientos su no inclusión en el mundillo literario. Se leyeron cosas buenas esa tarde, se bebió café con azúcar y canela (chale), se comió pan dulce miniaturita y rico.
Después el deambular por varios bares del centro de San Cristóbal, el encuentro con una vieja amiga en uno de aquellos sitios, cruzamos un par de palabras y, sobre todo, nos abrazamos como hace mucho no lo hacíamos. Faltó alguna rockola pero fue bien suplida por el canto de los camaradas que se echaron desde las Nieves de enero hasta Los dos amigos. Todo era lluvia y francachela. Esa noche, el Pávido Návido se enamoró de Chiapas.
Al día siguiente un caminar laberíntico por empedradas y empinadas calles, cervezas futboleras con Juan Carlos Cabrera, el retorno a Tuxtla con José José en la voz y un billarcito en el que Balam Rodrigo demostró su vena albañilística.
Van las gracias, muy retrasadas, de este ciberescribiente a quienes sin haberlo invitado lo recibieron a toda madre en Tuxtla y San Cristóbal, también para aquellos que hicieron de las tardes, las noches y las madrugadas una gran tertulia. Amarren al Procurador del Albur en Alto Lucero, que amenaza con regresar y ahora sí, dejar descalzos a todos los poetas de la última frontera.
Fernando Trejo, Fabián Rivera, Raúl Vázquez, Mario Alberto Bautista, Juan Carlos Cabrera, Balam Rodrigo, Ulises Córdova, Luis Paniagua (sobre todo), Julio César Toledo, Julián Herbert, Sergio Loo, Iván Cruz, vaya para ustedes el más gentil de los agradecimientos de éste, su amigo, El P.N.
Post Tenebram Spero Lucem.
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