no le saquen al parche, acérquense al libro del mes, bonita novedá

¿Quién dice que en el norte se acaba la cultura y empieza la carne asada? ¿A poco creen que de Zacatecas para arriba todo es camisas de satin estampadas con motivos cannabiescos? ¿Es necesario que los escritores norteños ambienten sus novelas enmedio de corridos, banda y tamborazo? Para los escépticos de que la cultura nacional también se crea allende el cervantino y Tepoztlán les tenemos una buena noticia: hay grandes escritores en el norte del país, van varios en su cuarto, quinto o sexto libro y acá todavía no nos queremos enterar (por cierto, Alfonso Reyes era regio, no sólo por su apellido, menos por su físico). En estas líneas recomendamos echarle un ojo a la más reciente publicación de David Toscana, que ya nos ha sorprendido con la perturbadora nitidez de El último lector y Santa María del Circo dos de las obras que lo han dado a conocer como un esteta del lenguaje y un inventor de absurdos pasatiempos para personajes desérticos por su ambiente y por su psicología (ese wawi qué, dos para llevar). Llega ahora una serie de orates a protagonizar una batalla que siempre está por suceder, amores que se disuelven en la ingenuidad de su taradez, una patria que forjar dentro de los desdibujados recuerdos. Todo ello trazado en la fineza de la prosa cuidadísima para "poner personajes en situaciones extremas para ver de qué está hech el ser humano" según el autor mismo en charla informal con los alumnos de Anamari G. Está algo caro, pero la cultura cuesta camaradas y si no, pues búsquenlo en su biblioteca favorita, en la Samuel Ramos ya está.