El Pávido Návido y el cordón del churumbel

20070522

para el concurso de recitaciones

ut quid dereliquisti me…

La ilusión de la tarde
terminó en ambulancia.

Ambos, de grácil robustez,
correspondían puntualmente
al aplauso de gayola;
cada golpe lo ofrendaban
a la algaraza del primer piso;
con una patada certera
pagaban la altisonancia de luneta.

El pregón de botanas,
tortas, máscaras y cigarros
pausaba, cada vez más,
su eco.

El aforo volcado
a la escena.

La perfección sobre el ring,
irradiada desde los cuerpos
sacudidos uno al otro
en movimientos centrífugos
un segundo,
sistólicos el otro,
dilataba las cuerdas,
inundaba a los espectadores.

Pero no, el cuadrilátero
no soporta la gallardía
en sus gladiadores.

Un borde bellaco,
escondido en la lona,
llevó la persecución
de los cuerpos al tropiezo,
a la caída sobre las butacas.

El paso mal colocado
reventó el abucheo,
los silbidos de sorna,
un médico corriendo,
golpes en tribuna,
lágrimas de niños.

Además,
se terminaron
los gaznates.

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