para el concurso de recitaciones
ut quid dereliquisti me…
La ilusión de la tarde
terminó en ambulancia.
Ambos, de grácil robustez,
correspondían puntualmente
al aplauso de gayola;
cada golpe lo ofrendaban
a la algaraza del primer piso;
con una patada certera
pagaban la altisonancia de luneta.
El pregón de botanas,
tortas, máscaras y cigarros
pausaba, cada vez más,
su eco.
El aforo volcado
a la escena.
La perfección sobre el ring,
irradiada desde los cuerpos
sacudidos uno al otro
en movimientos centrífugos
un segundo,
sistólicos el otro,
dilataba las cuerdas,
inundaba a los espectadores.
Pero no, el cuadrilátero
no soporta la gallardía
en sus gladiadores.
Un borde bellaco,
escondido en la lona,
llevó la persecución
de los cuerpos al tropiezo,
a la caída sobre las butacas.
El paso mal colocado
reventó el abucheo,
los silbidos de sorna,
un médico corriendo,
golpes en tribuna,
lágrimas de niños.
Además,
se terminaron
los gaznates.
Etiquetas: artes y oficios, cultura y sociedad, El Pávido Návido, lucha libre, poesía
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