El Pávido Návido y el cordón del churumbel

20060405

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah, simplemente groovie


La música en vivo es la música en vivo, ningún disco, por bueno que este sea logrará despertar las sensaciones de escuchar de primera mano (más bien de primera oreja) los acordes de una melodía, la letra de una canción, los compaces que construyen el etéreo y fugaz instante en que nace y muere el tiempo, así es el arte y la música, como el teatro, la danza y el performance nos enfrenta a aquella irrepetibilidad sublime de sabernos finitos. El sábado en compañía de mi hermano el burro naranjero mayor y de su novia la Vane, anduve en céntrico teatro neoclásico que después de la remodeladita quedó rebonito, para escuchar a la Waitiki Orchestrica interpretar partituras de Juan García Esquivel. Mini skirt ("Faldita", traduciría a su español jocoso el director de la Waitiki), Yeyo, Come back to Sorrento (Torna a Sorrento), Andalucía fueron algunas de las piezas que magistralmente ejecutaron los 21 músicos presentes en escena, trombones, saxofones, acordeón, piano, xilófono, congas, guitarra acústica, guitarra eléctrica, nada de sintetizadores ni mezcladores para interpretar la música cósmica que mantuvo en movimiento al auditorio compuesto a mitades por jóvenes rescatistas del lounge y veteranos que conservan sus discos de acetato y escuchan el fonógrafo (le da la hora y la temperatura) faltó entre la concurrencia la banda cuarentona a y cincuentona renegada del kitsch. Por supuesto que no faltó el corito cursilón de tres féminas y un caballero que hacían los efectos vocales en la instrumental música. Juan García Esquivel debió haber estado muy feliz en el limbo de los músicos dipsómanos tomándose un martini con los espejuelos empañados, escuchando por primera vez en un teatro de México un concierto con su música sonorámica, legado de la mexican freak music al mundo.

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