El Pávido Návido y el cordón del churumbel

20080116

En las cantinas deje mi primavera, la eché a los vicios y perversidad por una ingrata...


El día de hoy íbamos a seguir con la crónica del viaje decembrino del Pávido Návido y gentil embajada al sur de esta patria, pero un acontecimiento desconsolador, desconcertante y desmadrado ha tenido lugar y debe ser comentado en este, su sitio web más crudo. No, no se trata de la renuncia de la "Saeta de Sonora" a sus ambiciones olímpicas, tampoco de la llegada de un tecnócrata a la dirección de la política social de este país, menos aun la asunción como virrey del nuevo virrey de Bucarelí. No, algo grave y de trascendencia: el cierre de la Cantina El Nivel. La cantina más antigua de la muy noble y leal Ciudad de México cerró sus puertas en pasados días al perder su propietario un litigio por el inmueble con la Universidad Nacional Autónoma de México. Dicho lugar ostentaba la primera licencia para el consumo de bebidas alcohólicas, una amplia colección de caricaturas y pinturas de famosos y no tanto artistas visuales de diversas épocas, un viejo teléfono y la fama de ser el servivar presidencial durante los años del priato. Pero así como recibía a mandamases, actrices y cantantes de postín, por sus mesas desfilaron cantidad de alumnos del otrora barrio universitario, boleros, billeteros, obreros y largas listas de desempleados y burócratas de barandilla.
Durante mis años de bachiller fui habitual de su barra a donde acudía por mis primeras victorias, fue el primer sitio donde no me pidieron credencial de elector para consumir alcohol. Mi vida universitaria transcurrió en algún tiempo en sus gabinetes, la última vez que acudí a su salón lo hice acompañado de mi mamá quien tristemente no conocía tan bonito lugar.
Son ya históricas las botanas que se servían: el pico de gallo jalisquillo consistente en jícama, naranja, pepino y zanahorias con su tamazula y su limón, queso de puerco (fuchis), queso fresco, caracoles, pulpo, sopa de médula (más fuchi) y sigue la lista.
El Nivel otorgaba a la calle de Moneda su acento centenario, le daba a las cantinas del Centro Histórico la calidad de la tradición, era uno de los más auténticos ejemplos de la diversidad cultural y la convivencia social, constituía un oasis para los asistentes a actos políticos y sociales, era El Nivel. Su desaparición inquieta porque es sin duda la señal de la perecedera existencia. ¿Qué sigue? ¿la clausura masiva de pulquerías? ¿krispie kream tomando la panadería La Ideal? ¿convertir el Palacio de los Condes de Orizaba en un edificio de lofts? ¿gorilas despachando en Catedral? ¿el comedor Rosalía convertido en sucursal de Mc Donalds? ¿el cierre de cervecerías del callejón de Manzanares? ¿la desaparición de las últimas jarcierias en Carretones? Desde este espacio hacemos un llamado al rector de la UNAM, el Doctor José Narro para que reflexione sobre la importancia de las cantinas, sobre todo El Nivel, para la vida política, social, cultural y académica de nuestro país especialmente para el quehacer universitario y gire instrucciones para la preservación de un espacio de esparcimiento, solaz y diálogo, cuyo cierre afecta a nuestra afectada democracia y a nuestra huérfana memoria. El llamado se hace extensivo al jefe de gobierno de esta ciudad para que de acuerdo a los poderes que la ley le otorga ejerza su facultad de expropiación del inmueble en cuestión al tratarse de un asunto de interés público. Es necesario señalar que la declaración del Centro Histórico de la Ciudad de México fue un reconocimiento no sólo al valor cultural de las edificaciones de dicha área sino un estímulo para mantener la vida y las tradiciones que ha tenido esta ciudad por siglos. Al morir El Nivel, mueren también el Centro y la Ciudad. POST TENEBRAM SPERO LUCEM.

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