Para no aburrirse con el fut, que seguro será aburrido.
En fin, que mientras el Pávido Návido plancha una camisa negra, lustra sus zapatos y pasa un paño a su sombrero gris Tardán, ustedes pueden leer lo que sigue.
LERDO Y FLORES MAGÓN, COLONIA GUERRERO
A Laura
Quien no conoce Los Ángeles
no conoce México.
Dicho popular
I
A veces,
durante algunas tardes,
no bastan
más que las claves
de una danzonera
para sentir
a la patria.
No la nación
de preclaros héroes
que nombran calles
donde perderse.
II
La duela
que refleja las luces
de un salón
y agua mineral
con hielo
son suficientes
para saber
la historia.
La memoria
de quien baila
al primer soplo
de trompeta.
III
Los vestidos,
tornasolados danzantes,
y el charol
que es casi estrella
en el firmamento
del suelo
hacen del ocaso
razón para el orgullo.
Y no esa vanidad
de pirotecnia
y marcial banda;
el aire de un sombrero
impávido al timbal
y un nudo de corbata
sudante a saxofón.
IV
En neón
se dibuja una bandera,
la garita de entrada:
una taquilla,
y la pista anuncia
el apotegma
que reduce al país
en esta esquina.
V
Porque, en verdad,
quien no ha cruzado
esa puerta
quien no ha asomado
las ganas a este baile
no puede sino ser
incomprendido,
porque ahí dentro
reflejan
los espejos
la médula
de una risa,
el sonsonete
de una fiesta,
que no existe afuera
y que algunos llaman
“Salón Los Ángeles”.
Y nel, no estoy triste, voy a ir a bailar...
Etiquetas: baile, El Pávido Návido, poesía
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