El Pávido Návido y el cordón del churumbel

20080922

ya están tirando los muros de la casa en que vivimos, donde quedará la historia de un amor que fue divino

Está bien gacho eso de acordarse de lugares que ya no existen, cosas que ya no se hacen, tecnologías superadas... El otro día El Pávido Návido recordaba con una amiga, en un momento acá de reposo después del retoso, de cuando los cines eran enormes y si había variedad en la cartelera era porque había rotación de películas a lo largo del día, no porque hubiera muchas salas en un complejo. De tantas cosas se acordaban ahí, a la vera de ritmoson y tantos canales bonitos que hay en esos lugares. A veces no es triste el ejercicio de la memoria, pero las más de las veces sí, es sólo la premonición de lo irremediable, la marca del tiempo por nuestras vidas y el constante aviso de que lo que ha pasado jamás volverá, por bueno que haya sido.



Por eso El Pávido Návido entristeció cuando se enteró, hace unas semanas, que en uno de los confines de su zona de influencia está desapareciendo una construcción que es símbolo de toda una cultura, la mexiquense.
Se trata del Toreo de Cuatro Caminos, ese armatoste semiesférico que se alzaba en los linderos del Estado de México y el Distrito Federal, allá por la zona de Sotelo, Panteones, San Esteban, 1o de Mayo, Ahuizotla, Las Armas, Naucalpan y tantos otros sitios de poca monta.
Allá por los años cincuenta el redondel sirvió como escenario de la tauromaquia, después se utilizó para el box, la lucha libre (muchas de las páginas gloriosas de este espectáculo se escribieron en este sitio) y, desde que este escribiente tiene memoria, su uso se reducía a esporádicas funciones de luchas, bailes sonideros, patrickmillerazos y mítines de todos los colores políticos. En realidad el Toreo era una especie de lugar sin sentido, muy pocas veces se utilizaba, en sus bajos se alojaban un par de restaurantes familiares domingueros, hartos puestos de taco olor a pápalo y, allá por los noventa, El News, una discoteca (porque así se llamaban en aquel tiempo) acá para las tardeadas y las noches de copas.




El Toreo es la referencia obligada para quien se dirije al norponiente de la Ciudad de México, rumbo a las Torres de Satélite, Lomas Verdes, Atizapán, Tlalnepantla, Cuautitlán, Cuartos Capulín, Izcalli, Los Remedios, San Bartolo, Viveros, Echegaray, Valle Dorado, Lechería (no le saquen al albur no más porque están tristes), Santa Mónica, San Mateo, Tequex, El Molinito, Acatlán, San Pedro, Monte María y tantos otros ramales del derrotero mexiquense.
La verdad, El Toreo no tiene nada de rescatable arquitectónicamente, ni en lo social, ni en la traza urbana ni en nada, simplemente es una edificación que por sus colosales dimensiones y su exacta ubicación es parte del imaginario de gran parte de los chilangos y de muchos más mexiquenses de toda clase y condición social, desde las mamonas satelucas de camioneta y nariz operada, hasta los chemos del Gran Bazar (que hace como quinientos años es walmar, pero la banda de lomahermosa y sotelo le sigue diciendo así).




En la Floresta estamos seguros de que los peseros continuarán, por mucho tiempo, con sus letreros fosforescentes anunciando TOREO, pararán más de mil años, muchos más para que cambien el logotipo de la estación Cuatro caminos del sistemadetransportecolectivometro en el que aparece la silueta del Coloso de Sotelo, el recuerdo del éste vendrá cada que suene el disco Cuatro caminos de los tacvbos, los cientos de letreros que en la ciudad anuncian la salida norponiente seguirán indicando el camino a un lugar que ya no existirá.
Con el Toreo se irá un poco de pitería de la Ciduad de México, pero también un mucho de la vida de quienes habitamos pasandito... el Toreo. Post Tenebram Spero Lucem.

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