El Pávido Návido y el cordón del churumbel

20080919

una pausa, para recordar

Según cifras del inegi, 4 281 983, de un total de 8 720 916 habitantes del Distrito Federal, tienen 30 años o menos. Es decir que casi la mitad de los chilangos no vivió o no se acuerda de los sismos que hirieron para siempre a su ciudad. Pero bastan los testimonios de quienes sí experimentaron los movimientos telúricos del 19 y 20 de septiembre de 1985 para saber la magnitud de la tragedia que la ciudad de los palacios (de hierro y de cartón) apenas ha comenzado a sacudirse.
Para la gente de la generación del Pávido Návido, que no es chilango sólo porque no duerme en el Distrito, la infancia y la adolescencia transcurrieron con un deprimido paisaje urbano, cientos de edificios reducidos a escombros poblaban las colonias de paso obligado, campamentos de damnificados esperaban junto a salones de baile una respuesta que tardó un par de décadas en llegar, hoteles que cedían su lujo a la obra negra del abandono, un centro histórico rebosante de grietas y cascajo.
Para nosotros fueron comunes los simulacros en la escuela, los instructivos de emergencia junto a los elevadores, las palabras "protección civil" y los cursos de primeros auxilios, la civilidad y la ecología nacieron con nuestro ingreso a la primaria y el miedo de los adultos a volver a sepultar tantos cadáveres en un campo de béisbol.
Los estragos del temblor marcaron nuestra relación con la ciudad y los recuerdos de quienes nos anteceden: "estaba junto al Super Leche", "era el bar del Hotel del Prado", "vivía ahí, por donde se murieron las costureras", "no, sí Tlatelolco nunca ha sido bonito, pero antes del temblor no estaba tan mal", "pues a mí me sigue dando miedo la Roma", "imagínate, ya no estaba cuando se cayó el edificio en el 85", "pues por eso se fueron a Mérida".
Mientras se escribe este post, las primarias del derredor tocan sus alarmas sísmicas, no tenemos la certeza de salvar la vida cuando vuelvan a ocurrir los 8.1° Richter en las entrañas del Valle de Anáhuac, tampoco sabemos si pueda resurgir la solidaridad colérica y rabiosa con la que la banda respondió a la tragedia, tanto pinche teletón y méxico iluminado han atrofiado nuestro sentido de comunidad.
Una de las microhistorias que sintetiza las pérdidas y la tristeza que comenzaron a las 7:19 de la mañana de hace 23 años, es la de Rockdrigo González, El Profeta del Nopal, que murió entre los escombros del edificio que habitaba en el número 8 de la calle de Bruselas en la Colonia Juárez. Ahora ahí hay un estacionamiento.

Post Tenebram Spero Lucem



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1 Comentarios:

Blogger PEEC 2007 dijo...

Gracias. Muy buena reflexión. Yo pertenezco al sector que era niño cuando ocurrió el terremoto. Vivía por el rumbo de Mixcoac, fuera del perímetro de la tragedia. Pero recuerdo vívidamente aquellas imagenes de la televisión, las cuales tuve oportunidad de ver en vivo unos días después. Recuerdo haber sentido mucho miedo. Respecto a la solidaridad del pueblo capitalino, yo tengo la esperanza de que aún siga ahí,latente y listo para salir cuando se necesite.

septiembre 21, 2012 1:08 p.m.  

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